El experto en Doctor Who, psiquiatra de profesión e invitado-colaborador en PS, Alejandro Kapeniak, (Argentina, 1965) nos ofrece una visión más elaborada sobre los traumas y necesidades que refleja el Doctor tras la Guerra del Tiempo.
Algo más que una serie, una dimensión de la verdad.
Por Alejandro Kapeniak | Fecha: 03-09-201
Sí, soy de los que que persiguen a familiares y amigos para compartir la liturgia Who. Hace unos años conocí la serie y descubrí el engaño de media vida (me suponía trekkie). Así pues aquí estoy, whovian radical e invitado gentilmente por esta web para compartir algunas reflexiones. Hay un espacio intermedio entre una mera ficción (o pasatiempo) y una realidad objetiva. Es una dimensión de "la verdad" que da forma a nuestros valores, a nuestro carácter y a nuestros sueños. Es el reino del arte. Quizás por eso nos sumergimos en el universo Who y nos desesperamos por compartirlo. Porque hay "algo más" en esta serie, una vez que tamizamos a los entrañables Daleks y Cybermen de hojalata. Algo que puede hacernos mejores... Algo que también puede hacer mejores a los demás. En eso consiste ser un Companion.
He seguido con admiración la saga de Papel Psíquico acerca de las consecuencias derivadas de la Guerra del Tiempo en nuestro querido Doctor. Me parecen muy acertadas sus observaciones sobre la evolución del "trauma" en las personalidades de 9°, 10° y 11°. Quisiera comentar algunas impresiones que tienen que ver con mis vicios profesionales de psiquiatra. Las situaciones traumáticas para su resolución o, aunque sea, para transformarlas en cicatriz, requieren tiempo y dos aliados; una estrategia y una respuesta. En cuanto a la primera no es menester recurrir a Freud o a la psiquiatría. Todas la escuelas de sabiduría y todas las corrientes religiosas dan un consejo similar. El propio dolor se atenúa al dedicarnos al dolor ajeno.
Quizás el budismo da la explicación más conciliable con nuestra occidental cabecita. Nuestra atención se descentra del ego y el foco de atención se deposita en el otro, lo que determina un cese de energía en nuestra narcisista vocación autocompasiva. Por otro lado el propio dolor "nos sucede", no podemos decidirlo; en cambio asumir el dolor ajeno es una decisión voluntaria de la cual surge un yo fortalecido y mejor entrenado a mediano plazo para enfrentar los propios fantasmas. Nuestro querido Doctor revela una gran sabiduría al andar salvando mundos y al entregarse como guía turístico-maestro iniciático-padre-amigo-hermano de sus companions. Sin duda que su avidez por acompañantes y su incondicional entrega a los mismos es un excelente mecanismo restitutivo de su paz interior. Basta ver la paulatina degradación del Doctor cuando viaja solo.
La respuesta de un trauma debastador
En cuanto a la respuesta derivada del trauma no podemos más que considerar la necesidad de un "sentido" para ese dolor. Desde el cristianismo hasta la logoterapia (y cualquier peatón sencillo del mundo) se devana los sesos preguntándose "por qué este dolor". En el caso del Doctor, el trauma es, psicológica y existencialmente devastador. Aniquila dos especies, una la suya propia, sus raíces, seguramente a seres queridos, ¿padres? ¿Cómo dar sentido a la tremenda decisión que debió asumir?. Reencontrado las virtudes y bienes que estuvieron a punto de claudicar, por ejemplo en la vida ("El Doctor Baila"), la pureza (ver la relación del Doctor con los niños), el asombro por el Universo (Rose viendo el último día de la Tierra, Donna contemplando su origen, Amy flotando en el espacio cogida del tobillo por él, Clara abriendo los ojos frente a los anillos de Akhaten), la valentía y el sacrificio abnegado (Rose mirando el corazón de la Tardis o Clara desintegrandose en la línea temporal del Doctor), son ejemplos preclaro. Frente a estas evidencias el Doctor puede decirse: tuvo sentido mi decisión, porque todo está bien y la belleza debe preservarse.
En resumen; el Doctor se va curando a sí mismo al dedicarse a lo mejor que tiene, sacando su bondad, gentileza, generosidad y valentía, signos que pueden encontrar justificación a su sacrificio. Por eso queremos al Doctor. Porque frente al resto del Olímpo de superhéroes, el Doctor es frágil (como nosotros), arrastra culpas y pesares (como nosotros) y necesita a otras personas a su lado, no es una necesidad impostada para hacernos sentir importantes. Pero todo esto ya fue detallado en forma acertada en artículos previos de Papel Psíquico.
Ahora bien, ya vimos que la soledad es mala para el Doctor, se vuelve hacia sí mismo, regresiona al trauma y se siente omnipotente, torna violento. Pero siempre un nuevo companion le endereza el rumbo. Ahora bien ¿qué determinaría una decisión irrevocable de soledad? Si los companion llenan de sentido su dolor ¿qué ocurriría si un companion lo expone a un sinsentido atroz? No es preciso que le diga "tu decisión en la Guerra del Tiempo fue equivocada", eso sería simplemente una discusión. Pero si un companion entrañable lo traiciona sin atenuantes, ese acto sí podría desmoronar sus certezas endebles y no verbalizadas en estos años de curación del trauma.
Quizás, el pasaje a Valeyard bien podría contar con este ingrediente trágico y épico a la vez. Pero debería construirse con un cuidado inaudito semejante personaje. Valeyard es un Judas que, con su traición corrompe el sustento de valores, optimismo e incluso la identidad del Doctor. ¿El equivalente a un hijo, un companion criado en la Tardis, sede de las esperanzas del Doctor? O quizás una suerte de Bruto contra César, sin filos, sólo con traición. Perder a los Pond llevó al Doctor a recluirse en una amarga nube de la Londres victoriana, ¿a qué abismo lo arrastraría esa traición?
Se equivocan todos los enemigos del Doctor, para destruirlo es preciso arrancarle del corazón la fe que deposita en nosotros, los humanos, sin nosotros no tiene esperanza ni excusa contra su pasado. Sin nosotros es un errante oscuro y desencantado, poderoso y temible. Sin nosotros se transforma en lo siniestro.
Artículo original de Alejandro Kapeniak (Argentina) para Papel Psíquico.
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