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Cuando Doctor Who llegó a Argentina

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Por Alejandro Kapeniak| Fecha: 18-09-2013

Hubo un mundo, lejano en el tiempo y en el espacio, con liturgias y rituales misteriosos. Uno de ellos era "encender el televisor". Tarea que, por sus riesgos y arcanos, estaba destinada a los adultos. En principio había que conectar el estabilizador, artilugio que neutralizaba las variaciones abruptas del tendido eléctrico local. Zumbaba como un moscardón y se calentaba a riesgo de derretirse. Si llegaba a ese clímax simplemente se inmolaba previniendo la muerte de la tele. Pero a veces no se daban situaciones tan extremas, la electricidad llegaba pareja y podíamos proceder a encender nuestra caja boba. Nada de instantaneidad. Una línea brillosa horizontal, "está calentando" decía el abuelo. Luego figuras erráticas y silenciosas, desdibujadas como fantasmas. Y por fin, en glorioso blanco y negro, se iniciaba la emisión... Pero faltaba “sintonizar”, esa era la parte riesgosa. El miembro más curtido del clan, papá casi siempre, debía subir hasta la terraza para orientar una antena destartalada y mañosa.

Aún en el más crudo invierno la ventana debía permanecer abierta para escuchar sus gritos y contestar. "¡¿Sintoniza?!", "¡Ahí no!", "¡Tampoco!", "¡Ahí sí!" Y papá dudaba un instante, a veces su propio cuerpo funcionaba como antena, si dejaba de tocarla habría que empezar la secuencia desde cero. Pero el premio era inigualable. La tele emitía sólo unas horas, desde el atardecer hasta la medianoche apenas, pero siempre, siempre, siempre, podíamos ver una serie: "Viaje a las estrellas". Y así nos formamos indecisos y bipolares. O secos y austeros como Spock, o impulsivos y apasionados como Kirk. La síntesis nunca llegó. Muy lejos, en otro mundo llamado Londres, miles de chicos ya habían disfrutado al severo 1, al payasesco 2, y en breve con color incluido llegaría el aventurero 3. Pero en San Andrés-Buenos Aires- Argentina-1969 nadie, absolutamente nadie sabía sobre una cabina azul piloteada por un loco. Y nos fascinamos con "El túnel del tiempo" y "Los invasores". Agobiamos a la abuela rogando que cosiera máscaras negras para jugar al Batman de Adam West (foto inferior).



Preferimos siempre pijamas celestes para saltar en nuestra cama como supermanes en miniatura. Corrimos en cámara lenta frente al espejo para sentirnos "El Hombre Nuclear". No sabíamos que un señor llamado Tom Baker llevaba prendidos de su bufanda a una generación de niños británicos y a muchos americanos. Tampoco supimos cómo salir vestidos para jugar al cricket. Ni nos dislocó la retina el colorinche Collin Baker. Cuando el quinto Doctor se decidió por ese sombrero Panamá, ya nos estábamos convenciendo y conformando: los calvos pueden ser héroes y disfrutamos a Jean-Luc Picard. No supimos que allá lejos un mito languidecía e insistía luego en regenerar, allá por 1996. Nunca supimos nada de nada acerca de Doctor Who. Además ya éramos grandecitos, nos dedicamos a ser adultos.

Creo no arriesgarme a una generalización forzada si extiendo mi experiencia personal a los televidentes argentinos e incluso latinoamericanos (caso contrario acepto comentarios). A nosotros Doctor Who nos llegó tarde. Pero a tiempo.

Pasamos por "X Files". Pasamos por "Lost"... y no mucho más. Cuando Noveno tomó por primera vez la mano de Rose, Europa estaba expectante. Nosotros no. Cuando Rose vio el vórtice del tiempo millones se emocionaron. Ni nos enteramos. Como tampoco cuando Martha coqueteó con Shakespeare, ni cuando Donna rogó en Pompeya. Quizás hubo algún adelantado. No le sé. Supongo que el producto "Doctor Who" debía atravesar airoso los ratings de Estados Unidos antes de llegar a nosotros. Quizás problemas de doblaje, quien sabe. Pero llegaron épocas nuevas, globalización se murmuraba. Y el Doctor llegó hasta nosotros. Especulo que la Tardis aterrizó en nuestras coordenadas en algún momento entre las eras Tennant y Smith. En mi caso el zapping se topó una noche con el episodio "La bestia de abajo". Bien filmado. Ingenioso. Deliciosamente kitsch. Lo grabé para volver a verlo completo. Dos años más tarde mi fidelidad trekkie no alcanzó. Ya era un whovian hecho y derecho.


Ojalá todo hubiese sido sencillo. Una misma emisora. Un mismo horario semanal. Nada de eso. Mi empresa de cable ofrecía Doctor Who como una rara avis. Supongo que experimentaba su impacto en nuestras latitudes. Horarios azarosos y canales variables. Pero la determinación era férrea. Control remoto en mano podíamos enfrentar la grilla de programación. Rastrear manualmente la clave 'Dr W' y poner a grabar toooooodos los episodios. Por supuesto, una gesta épica requiere desafíos crecientes. Muchas veces la grilla mentía y nuestro deco aparecía atiborrado de capítulos de Doctor House.

En otros casos los episodios se repetían en forma grosera, pude ver cómo undécimo irrumpía en la despedida de soltero de Rory más de diez veces. O la calidad de emisión era pésima. E incluso a veces se emitía sin subtitulado. Sólo en forma excepcional emergía una pepita de oro entre tanto barro: INÉDITO, ALTA DEFINICIÓN, SUBTITULADO. Suerte para mí, infortunio para mi esposa. Porque a esa altura mi personalidad ya evidenciaba esa peculiar faceta del whovian, su tenaz, insensata e ingenua necesidad de compartir las aventuras del Doctor. Pobre, hubo y hay mucho amor, me sigue acompañando, resignada como una magdalena. Pero ese yacimiento anárquico y acotado de capítulos se agotó brevemente... Por supuesto ¡Netflix! Por supuesto ¡Sin cobertura en mi área...! Y allí comienza el derrotero del whovian latino en la web. Busca, implora, rastrea frenético y por fin encuentra otros locos como él. Solidarios, con afán de compartir, curiosos, divertidos, brillantes. Léase como ejemplo rutilante: Papel Psíquico y ustedes. Entonces descubre un tiempo pretérito, a Susan Foreman y a Sarah Jane, al venerable Peter Cushing derrotando saleros, a un largometraje difícil de rastrear, a actores de renombre como Christopher Eccleston o Derek Jacobi entre los repartos. Entonces el whovian latino se decide a viajar al pasado.


Se descubre en horarios imprudentes, perdiendo horas de sueño en YouTube. Ha estado disfrutando clips de la era clásica, escuchando el tema de presentación en todas sus versiones, viendo una a una todas las regeneraciones. Sin proponérselo ha mejorado su manejo del idioma inglés. Recorre Wikipedia en ese idioma porque las referencias al Doctor son más extensas. Descubre novelas inmersas en el universo who, incluso audiolibros. Se topa con escritores de nuestra lengua brillantes y entrañables, los siente cercanos, muchos aquí en Papel Psíquico (a los cuales no puedo nombrar pues su excelencia es proporcional a su recato y humildad). Es más, en forma extraña, ese whovian reciente se siente incluso un poco mejor persona, se siente nuevamente ese niño que esperaba la gesta de papá en la terraza con la antena. Y un día, un día descubre que Netflix le brinda cobertura en su área! Por supuesto... todos episodios vistos. No se da por vencido y explora el ancho, alto y profundo de internet hasta encontrar ese mítico servidor que almacena la era moderna del serie.

Jornadas completas bajando capítulos. Rogando que esos servidores no lo sorprendan con un film triple X escondido bajo el título "Especial de Navidad 2009". Agradecido hasta las entrañas con esos amigos anónimos que supieron subir el episodio subtitulado o doblado al español. Y así sigue la saga novena, la décima entera reiterando una y otra vez el "Vale Decem", y completa su recorrido de la undécima hasta el presente. Porque sí, esos whovians entrañables del viejo continente demoran apenas unas horas para regalarnos en sus servidores el episodio que Londres disfrutó esa noche. El whovian de nuestra historia ya se puso al día. Netflix llegó tarde, una temporada por detrás. Y entonces espera, como sus amigos españoles, el especial del 50 aniversario. Los rumores, los datos ciertos. Lee esos artículos sentidos desde el corazón o eruditos desde el conocimiento o ambas cosas a la vez. Por eso se decide a compartir con ellos. Y escribe y es bien recibido. Y aquí estamos.



Doctor Who llegó a Latinoamérica para quedarse. Con mucha demora pero hizo pie firme. La Tardis sintió simpatía por nuestras tierras. Quizás hace diez años poquísimos de nosotros sabía algo de esta serie. Hoy quien recurra a Google puede hacer un experimento sencillo pero obsesivo: teclee el nombre de cada país latinoamericano seguido por "Doctor Who". A continuación verá que los clubes, foros, webs y referencias al universo who son incontables. Alguien más eficiente que yo podría tabular en Excel ese crecimiento. Pero aún sin esa planilla podemos alegrarnos y afirmar: POR FIN LLEGÓ. Y lo merecíamos, porque luego de conocerlo no nos quedó más remedio que salir a su encuentro activamente, rastrearlo, aferrarnos a su Tardis para que no partiera sin nosotros. Como el buen Capitán Jack pero sin su porte, esperando su arribo, corriendo para alcanzarlo. Saltando hacia su nave. Y aquí estamos, aunque el mercado de Estados Unidos no nos traslade la serie regularmente, aunque el BBC iPlayer no funcione en nuestras tierras, aunque Netflix venga rezagado. Nos hemos aferrado a la cabina por fuera y así viajamos en el tiempo y el espacio. Con la convicción de no soltarnos. Es que le debemos un favor al Doctor. Nos recordó la magia y el deseo de ser valientes, como cuando fuimos chicos.

El Doctor llegó tarde a nuestros países. Pero a tiempo. Tarde en el calendario. Pero a tiempo para sentarnos con nuestros hijos, tomarlos fuertemente de la mano y decirles: "Hoy veremos algo juntos en la tele".









Artículo de Alejandro Kapeniak para Papel Psíquico.
Imagenes: Doctor Who is © BBC.
Doctor Who España / Doctor Who Latinoamérica


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